¿Puede nuestro cerebro entenderse a sí mismo?



La comprensión de la mente humana, fue en la antiguedad dominio de la filosofía, esta está ahora en las revolucionarias manos de la neurociencia.

Ludwig Wittgenstein no era un ignorante en cuestiones de tecnología. Había estudiado ingeniería aeronáutica en la Universidad de Manchester (Reino Unido) antes de la primera Guerra Mundial, donde investigó el comportamiento de las cometas y diseñó un propulsor con pequeños cohetes en las puntas. Pero el filósofo se oponía con fuerza al cientificismo, algo que Trenton Jerde, en su crítica de Wittgenstein en el exilio de James Klagge, describe como "una obsesión por el método científico, recurrir a la ciencia para que resuelva problemas que están más allá de su alcance, y un uso erróneo de la terminología científica". El filósofo austríaco insistía en que existe una separación insalvable entre la filosofía y la ciencia, que Klagge denomina "la tesis del aislamiento, de Wittgenstein”, una de cuyas consecuencias es que la ciencia no puede resolver problemas filosóficos.

Wittgenstein se habría mostrado especialmente socarrón respecto a los neurocientíficos defendiendo la posibilidad de explicar fenómenos mentales con sentido. En su Zettel (o comentarios póstumos), escribe sobre la psicología de su propio tiempo: "ninguna conjetura me parece más natural que el que no existe ningún proceso en el cerebro correlacionado... con el pensamiento; así que sería imposible interpretar los procesos de pensamiento partiendo de procesos cerebrales".


Ahora esta interdicción de Wittgenstein es un lugar común entre los filósofos. Muchos defienden que comprender las causas de los hechos en nuestros cerebros no sirve para contarnos demasiado sobre la mente, porque inferir cualquier cosa de estos últimos partiendo de las primeras es una especie de "error de categoría". Pero esta actitud se está convirtiendo en una forma de defensa de seguridad contra la invasión de un método explicativo que está ganando terreno. Preguntas como "¿Qué es la consciencia?", "¿Tenemos libre albedrío?" o "¿Cómo hacemos razonamientos éticos?" tienen un interés duradero, y dado que los filósofos han conseguido un progreso limitado para contestarlas, los neurocientíficos se han sentido con el margen para intentarlo. Pensar, sentir y decidir son las acciones más íntimas de los humanos, pero aún así apenas las entendemos.


Que los neurocientíficos puedan intentar responder a estas preguntas es consecuencia de avances tecnológicos recientes, entre ellos (pero no exclusivamente) nuevas formas de toma de imágenes del cerebro y el campo emergente de la optogenética. El número de julio y agosto de MIT Technology Review describe esas tecnologías emergentes y explica algunos de los sorprendentes caminos que sugieren. Por último, informamos de las distintas formas de intervención a las que podrían dar lugar las nuevas tecnologías, entre ellas tratamientos para enfermedades mentales sin cura actual como la esquizofrenia, y el uso de interfaces cerebro-máquina para ayudar a pacientes paralíticos.


¿Los filósofos se muestran convencidos por algo de esto? La verdad es que no. Respondiendo a las investigaciones de Gabriel Kreiman sobre la toma de decisiones, la filósofa de la Universidad Johns Hopkins (EEUU) Hilary Bok muestra su reserva: "Me encantan estos experimentos y creo que son muy interesantes, pero no estoy muy convencida de que hayan demostrado algo crucial sobre el libre albedrío". Aún así, se muestran curiosos. La filósofa de la Universidad de California en San Diego (eeuu) Patricia Churchland afirma respecto a estos mismos experimentos "el autocontrol es un fenómeno completamente mental. Dado que el autocontrol es un componente clave del libre albedrío, es que tenemos libre albedrío".


Pero quizá no importe demasiado lo que piensen los filósofos profesionales. Han tenido más de 2.000 años para responder a estas preguntas a su manera. El poder de una explicación es su capacidad para arrojar luz satisfactoriamente sobre algo que hasta el momento estaba oscuro, y permitirnos hacer cosas que antes no podíamos (en este caso tratar enfermedades mentales y construir ortopedia cerebral). En cuanto al importante papel que tiene la filosofía tradicional a la hora de comprender la mente, este podría ser el de proponer preguntas y diseccionar respuestas; y las preguntas que nos hagamos serán más interesantes gracias a los avances conceptuales de la neurociencia.


Escrito por Jason Pontin