A finales de octubre de 2009, investigadores del Pentágono desvelaron el desarrollo de un nuevo robot químico, de formas cambiantes. El ChemBot (nombre genérico para este sistema) es un pequeño ingenio que se asemeja a una porción de gelatina , que puede cambiar de forma, moverse a través de espacios estrechos y que podría ser usado para la recogida de información y para operaciones de búsqueda y rescate.
Según leemos, el robot se desplaza de un sitio a otro mediante un proceso que hace que el material pase de semilíquido a semisólido con solo un ligero cambio en su volumen. Esta tecnología permite a los científicos hacer que el ChemBot crezca o se haga más pequeño, que ruede de forma controlada o que, incluso, pueda ser manipulado para pasar por grietas en los muros y volver a adquirir su forma al otro lado de la pared.
Lo que ahora leemos no debería extrañamos mucho porque hace ya casi dos años leíamos que algún día los robots químicos podrían encogerse y luego expandirse hasta 10 veces más, ofreciendo mayores posibilidades que los robots rígidos. Y en muchos casos, una vez que hubieran cumplido su misión un ChemBot, podría biodegradarse. También podrían explorar una cueva, desactivar un explosivo, trepar por una cuerda, un árbol o un cable, etc. Estos ingenios representan, según declaraba uno de los investigadores del departamento de Defensa norteamericano, «la convergencia de materiales flexibles, química y robótica. Es una nueva forma de mirar a los robots y podría algún día proporcionar grandes ventajas tecnológicas a nuestras fuerzas armadas».
Los neurobiólogos vienen estudiando el sistema nervioso de las orugas, que llega a crecer 10.000 veces sobre su masa después de salir del estado larvario: cómo se mueven con tanta flexibilidad sin necesidad de articulaciones y con un control de movimientos tan preciso teniendo en cuenta la simplicidad de su cerebro. Utilizando biomateriales y polímeros de bioingeniería, ingeniería genética y nanotecnología, los científicos esperan replicar algunas de las características y comportamientos de las orugas. Algunos prototipos ya han sido construidos.
La ciencia ficción cada vez está más cerca.
Lo que ahora leemos no debería extrañamos mucho porque hace ya casi dos años leíamos que algún día los robots químicos podrían encogerse y luego expandirse hasta 10 veces más, ofreciendo mayores posibilidades que los robots rígidos. Y en muchos casos, una vez que hubieran cumplido su misión un ChemBot, podría biodegradarse. También podrían explorar una cueva, desactivar un explosivo, trepar por una cuerda, un árbol o un cable, etc. Estos ingenios representan, según declaraba uno de los investigadores del departamento de Defensa norteamericano, «la convergencia de materiales flexibles, química y robótica. Es una nueva forma de mirar a los robots y podría algún día proporcionar grandes ventajas tecnológicas a nuestras fuerzas armadas».
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La ciencia ficción cada vez está más cerca.