Aplicaciones de lectura rápida podrian limitar la comprensión del texto



A fin de facilitarle el acceso a textos a la gente que habitualmente tiene poco tiempo para leer, los desarrolladores de aplicaciones han creado programas que leen texto escrito y lo pronuncian en voz alta a una velocidad que puede llegar a ser más rápida de lo que la necesidad de respirar permitiría a un orador humano. No se discute la utilidad de esta clase de software para los casos en los que el usuario no puede emplear la vista para mirar un texto, ya sea debido a problemas visuales o simplemente porque esté haciendo un trabajo que requiere su atención visual. De igual modo que podemos escuchar la radio mientras hacemos ciertos tipos de labores, podemos escuchar la locución de un texto realizada por una de estas aplicaciones.
El problema puede venir cuando, pudiendo leer con los ojos, descartamos esta opción al considerar que perdemos tiempo moviendo los ojos por el texto y que nuestra asimilación de éste será más rápida por vía auditiva y leída por un software que hable a toda velocidad.

Una nueva investigación, realizada por Elizabeth Schotter, Randy Tran y Keith Rayner, de la Universidad de California en la ciudad estadounidense de San Diego, sugiere que los movimientos oculares que hacemos durante la lectura desempeñan en realidad un papel fundamental en nuestra habilidad de comprender lo que acabamos de leer.

Los resultados del estudio indican específicamente que los movimientos oculares son una parte crucial del proceso de lectura. Nuestra habilidad de controlar el ritmo y la secuencia de cómo absorbemos información del texto es importante para la comprensión de éste. Nuestros cerebros controlan cómo se mueven nuestros ojos a través del texto, asegurando que consigamos la información correcta en el momento adecuado.
Las aplicaciones de lectura hablada rápida podrían limitar la comprensión lectora del usuario. (Imagen: Amazings / NCYT / JMC)

Cuando leemos un texto, nuestros ojos retroceden a veces para releer porciones de él. Esto ocurre aproximadamente entre el 10 y el 15 por ciento del tiempo. Schotter, Tran y Rayner pusieron a prueba la hipótesis de que estos retrocesos podrían ser un componente fundamental de la comprensión lectora, obteniendo el ya citado resultado de que sí lo son.