El hombre que confundió a su mujer con un sombrero

Oliver Sacks
Los libros de Oliver Sacks son, por asi decirlo, fascinantes, "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero" expone casos que  son como de ciencia ficción y es curioso como por medio de las patologías cerebrales o neuronales nos damos cuenta del increíble potencial que tiene nuestro órgano mas complicado y maravilloso: el cerebro.

En el año 1966 Sacks estudio el caso de los gemelos llamados John y Michael los cuales eran muy conocidos por entonces por haber salido en la radio y la televisión, los gemelos que entonces tenían veintiséis años eran considerados por todos los especialistas que los habían estudiado como unos idiot savants, unos autistas con psicosis y grave retardo mental, no tenían nada de especial, salvo una memoria documental extraordinaria, y la facultad de utilizar un algoritmo para saber que día de la semana era un día cualquiera, pasado o futuro.


Estos gemelos eran capaces de decir que día de la semana fue un día concreto en los 40.000 años pasados o futuros, cuando se les dice una fecha, inmediatamente contestan que día fue y, además, el numero de la semana dentro del mes. También son capaces de decir en que día cae la pascua en el mismo periodo de tiempo (¡80.000 años!), pero no acaban ahí sus cualidades, pueden, por ejemplo, memorizar instantáneamente números de hasta trescientas cifras, en cambio son extraordinariamente torpes en lo que se refiere a calculo aritmético básico, casi no saben sumar ni restar y no comprenden la multiplicación ni la división. ¿Cómo es posible esto? La respuesta, según Sacks, es la utilización de un algoritmo inconsciente, completamente automático que les hace “ver” lo que se les pide, interiorizando la búsqueda o la ubicación de lo que se les acaba de decir. La cosa no seria muy destacable si solo fuera esta particularidad, al fin y al cabo, encontrar un día de la semana dado, no es un algoritmo nada complicado, es un patrón que se repite, pero la cosa no acaba ahí.

Los dos hermanos son capaces de recordar acontecimientos en cualquier día de su vida pasada desde los cuatro años, si se les dice una fecha concreta de los pasados 22 años cualquiera de los dos con una voz neutra desprovista de emoción, como una autentica maquina, detalla los acontecimientos del día: el tiempo, de la política o de episodios de su propia vida, son datos que el sujeto recita como si los leyese de una ficha. Al preguntarles como hacen para poder recordar tantos acontecimientos su lacónica respuesta es: “los vemos”. Cierto día mientras estaban en la consulta de Sacks, al neurólogo se le cayo al suelo una caja con cerillas que se esparcieron por el suelo, inmediatamente los dos dijeron al unísono “¡ciento once!”, poco después uno dijo en un murmullo “treinta y siete” el otro repitió el numero y el primero lo volvió a repetir, es decir, no solo cuentan instantáneamente un grupo de cosas, sino que las agrupan: 37×3=111. Huelga decir que dentro de la caja habían efectivamente ciento once cerillas. Ante la pregunta de cómo lo han hecho, siempre la misma respuesta “lo hemos visto”. Increíble.

Otro día el neurólogo asistió a una especie de juego, alucinante, en donde uno de ellos decía un numero, el otro sonreía como “degustándolo” y al cabo de poco tiempo contestaba con otro numero que era recibido de la misma manera, un dialogo puramente numérico, como si dos maquinas se estuviesen comunicando, el juego siguió un rato ante la mirada alucinada de Sacks. Mas tarde descubrió que lo que hacían era intercambiarse entre ellos números primos de seis cifras, los números primos son aquellos que solo son divisibles por 1 y por si mismos. Armado con una tabla de primos al día siguiente el neurólogo intervino en el juego, y fue aceptado, proponiendo números cada vez con mas dígitos llegando al limite de su tabla: diez dígitos, pero los gemelos siguieron con su juego llegando hasta números de veinte dígitos.

Este tipo de casos en donde evidentemente hay algo que no funciona bien en el cerebro de los dos gemelos, nos ilustra perfectamente de cuales son los limites reales de nuestro órgano mas complejo: virtualmente ninguno. Todos somos potenciales Mentats como los de Dune y es solo cuestión de tiempo (quizás siglos) para que se le pueda sacar todo el jugo que se merece. Vale a pena la lectura de sus libros porque de ejemplos como este hay un montón, todos de diferente carácter, pero igualmente sorprendentes.