El exoesqueleto se conoce por ser el esqueleto exterior que poseen
algunos animales, básicamente insectos y crustáceos. Pero también desde
hace unos años, el exoesqueleto puede ser algo aplicado a los seres
humanos consistente en unas partes robóticas adaptadas al cuerpo humano.
Se denominan esqueletos robóticos, y a pesar de haberlos visto más en
películas de ciencia-ficción que en la vida real, esta tecnología ya se
comercializa.
General Electric fueron los primeros en desarrollar uno en los años 60, denominada Hardiman (foto superior).
Como se puede apreciar en la foto, el objetivo del exoesqueleto no ha
cambiado, pero su apariencia ahora se ha estilizado, como se podrá ver a
lo largo del artículo.
Un esqueleto robótico no tiene por qué ser de cuerpo-completo y
podría aplicarse sólo a las extremidades. Al estar adaptado al cuerpo
humano, las señales de entrada que controlan estos aparatos las crea el
propio cuerpo humano. Es decir, el robot seguirá todos nuestros
movimientos. Sin embargo, la resistencia mecánica de los grados de
libertad del exoesqueleto no es nula. Las articulaciones están
compuestas en su mayoría por servomotores y el par resistente que oponen
estos motores varía. En otras palabras, el par resistente que hay que
oponer a los músculos al correr es menor que la opuesta al andar, de
manera que los exoesqueletos deben de tener un gran espectro de modos de
funcionamiento y una rápida reacción para variar sus parámetros. Además
de haber exoesqueletos que siguen nuestros movimientos, los hay
controlados por la mente o por un mando.
Unos de los más sofisticados
exoesqueletos son el Raytheon y el HULC (Human Universal Load Carrier).
Se trata de modelos que se usan en el ejército estadounidense. Estos
exoesqueletos, aplicados a los soldados, les permite transportar mayores
cargas, como se puede ver en el vídeo del Raytheon, de la empresa
Sarcos.
Para conseguir modificar en tiempo real la resistencia mecánica a
correr, andar o a levantar una gran masa, los exoesqueletos están llenos
de controladores robóticos, como el PID (proporcional integral
derivativo). Estos controladores son programables y se puede conseguir
que ante una señal de entrada, el controlador PID tenga una señal de
salida deseada. Es decir, si la señal de entrada es “levantar una gran
masa”, la señal de salida será “multiplicar la fuerza del ser humano”.
De esa manera, el exoesqueleto de Sarcos es capaz de levantar pesas
mientras que el ser humano hace una fuerza muy inferior a la que
necesitaría en la realidad.
Una de las aplicaciones por la que están apostando algunas empresas
es para la rehabilitación de personas parapléjicas, como el denominado
REX. Este exoesqueleto es solo para las piernas y permite andar gracias a
un mando controlado por el usuario. Este robot se va a comercializar en
Nueva Zelanda este mismo año y costará unos 15.000$.
El objetivo de hecho, es conseguir comercializar a gran escala este
tipo de productos. En Japón existe un modelo controlado por la mente y
se puede alquilar. Está destinado a favorecer tareas cotidianas como
paseos, permanecer de pie largo rato o levantar grandes pesos. Tiene una
duración de batería de 5 horas.
Todavía hay un gran camino que recorrer en este tipo de tecnología hasta llegar al nivel del cine, pero ya se ha comenzado.