A pesar de la formidable potencia de este supercomputador, considerado como
el cuarto más potente del mundo tras el
Tianhe-2 chino y los estadounidenses
Titan y
Sequoia,
se han necesitado 40 minutos de cálculos ininterrumpidos para
reproducir el funcionamiento que el más complejo de nuestros órganos
efectúa durante 1 sólo segundo.
Unos cómputos que se han apoyado en los datos proporcionados por el simulador de modelos de redes neuronales
NEST. En los mismos se han replicado las interacciones entre 1.730 millones de células nerviosas comunicadas por 10.400 billones de
sinapsis.
A pesar de lo gigantescas de las cifras, la red que se ha emulado
equivale apenas al 1% de la red neuronal de nuestro cerebro. De ahí que
el objetivo de este ambicioso proyecto, más que el de ofrecer una nueva
perspectiva acerca de su funcionamiento, haya sido el de poner a prueba
los límites de la tecnología de simulación actual, que viene marcada por
la potencia de cálculo de los supercomputadores de los que disponemos.
Un ejemplo más que vuelve a poner de relieve que, a pesar de los
progresos científicos y tecnologícos de los últimos años, aún se deberán
realizar muchos y muy significativos avances antes de que podamos
entender con detalle el funcionamiento preciso del cerebro humano.